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La caridad bien entendida empieza por casa, decía mi padre, y ya sé que no solo lo decía él, y existen quizá más religiones que niños felices según Ricardo Arjona, y amar a veces conduce a hacer sufrir, y a veces el que parece egoísta es el que menos daño causa, y en el poema de Goytisolo al lobito bueno le maltratan todos los corderos, y esa es la gracia del tema, y he ahí acaso la verdadera religión: ver más allá de las apariencias, ver más allá del supuestamente bueno y del supuestamente malo, y aprender que a menudo el supuestamente malo es el mejor, y el supuestamente bueno el hipócrita, y puestos a ser sinceros, ir más allá aún: admitir todas las miserias, todas las vergüenzas, admitir lo que más rabia nos da haber hecho y darnos cuenta de que no es tan malo, y puestos ya a prescindir de convenciones al haber ya demostrado que las convenciones se equivocan, apostar por la amoral, descubrir que el Dios inmensamente bueno en el que creo a ciegas es al mismo tiempo un Dios inmensamente amoral, y saber que en ello no hay contradicción, que la verdadera bondad no conoce la moral, no conoce la religión, no conoce la ley, es solo y toda y completamente e inmensamente y ciegamente y atropelladamente y radicalmente libertad, libertad, libertad, y en su libertad inocencia, y en su inocencia puro amor, puro amor.

(c) del texto: Santiago Tena, 2008.

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